26 de agosto de 2009

El Testimonio de Jesus el Señor


SALMO 22

Es la historia del necesario abandono del Padre al Hijo, con el fin de justificarnos, cargando en El, el pecado de todos nosotros (Is 53:6b) y la exaltación suprema a quien puso su vida voluntariamente en rescate por todos nosotros conforme al deseo de su Padre (Fil 2:5-11)

Vers 1-2

Sal 22:1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Estás muy lejos para salvarme, muy lejos para entender mi llanto.
Sal 22:2 Dios mío, te he llamado una y otra vez durante el día y no has respondido. Sigo llamándote por las noches y no encuentro respiro.

He aquí el grito desesperado del huérfano Emmanuel retumbando en el universo “Dios mío, Dios mío ¿porqué me has desamparado? (Mt 27:46)
Detrás de ésta, la mas conmovedora de todas las preguntas se encuentra una asombrosa realidad:

Dios es santo y justo, y esto significa que El tiene que castigar el pecado donde quiera que los encuentre, El no puede hacerse “de la vista gorda”. Aunque el Señor Jesucristo no tenía pecado en sí mismo, voluntariamente asumió la responsabilidad, la pena de todas nuestras culpas (Jn 10:17-18).

Por nuestra causa, Cristo fue desamparado por Dios para que nosotros jamás tengamos que ser desamparados (2Co 5:21), De este modo, cuando leemos de los muy profundos sufrimientos de Cristo, siempre debemos recordar, “El sufrió todo esto por amor a mí”.

Cuando leemos “¿porqué estas tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?“ ahora sé que fue por mí. Y fue por mí que los cielos guardaron silencio delante suyo de día y de noche.

Vers 3

Sal 22:3 Sin embargo, tú eres santo. Tú estás sentado como rey y tu trono son las alabanzas que te rinde Israel*.

En medio de ese clamor, es traída al corazón del Hijo la respuesta.
“Pero es que tú eres santo”, la santidad de Dios demanda la paga del pecado, y el amor de Dios proveyó lo que su santidad demandaba (Rom 5:6-11)

Vers 4 y 5

Sal 22:4 Nuestros antepasados confiaron en ti, y tú los salvaste.
Sal 22:5 Dios mío, ellos pidieron tu ayuda, y tú los ayudaste a escapar de sus enemigos. Ellos confiaron en ti y encontraron una respuesta.

Pero, escuchemos de nuevo¡ el Salvador todavía clama a su Padre, y le recuerda que los patriarcas nunca fueron desamparados¡ Clamaron en fe pidiendo ayuda y su clamor nunca quedó sin respuesta.

Ni una vez fueron avergonzaron cuando clamaron pidiendo rescate. A pesar de su rebeldía Dios siempre acudió en su ayuda. Esa sentencia ¡fue reservada para ser pagada por el inmaculado cordero de Dios¡

Vers 6-8

Sal 22:6 Entonces, ¿por qué no atiendes mis súplicas? ¿Acaso soy un gusano y no un hombre? La gente me desprecia;
Sal 22:7 todo el que me ve se burla de mí. Me hacen gestos de rechazo y me tratan mal.
Sal 22:8 Y dicen: «Que pida ayuda al Señor, a ver si lo salva. Si tanto lo quiere, tendrá que salvarlo».

No solamente fue desamparado por Dios, sino también fue despreciado por los hombres. Las criaturas que sus manos formaron ni siquiera lo reconocieron como hombre, sino mas bien como un gusano. Tuvo que experimentar el escarnio y el rechazo de aquellos que había venido a salvar.


Aun mientras Cristo colgaba del madero, la multitud enardecida que miraba, le ridiculizaba y se burlaba del eterno amante de sus pobres almas., y aunque parezca increíble, encontraron un cántico para mofarse de su aparente debilidad y de su supuesta inutilidad de seguir confiando en su Dios, el cántico sonaba de ésta manera: “se encomendó a Dios, líbrele El, sálvele, puesto que en El se complacía”. (Mt 27:39-43)

Vers 9-11

Sal 22:9 Dios mío, tú fuiste quien me sacó del vientre de mi madre.
Sal 22:10 Has sido mi Dios desde el día en que nací; desde entonces me has protegido.
Sal 22:11 Así que no me dejes, especialmente ahora que el peligro está cerca y no tengo a nadie que me ayude.

Ahora el Hijo de Dios, se acuerda de Belem, y recuerda que fue Dios quien lo sacó del vientre de madre, el que lo preservó durante el tiempo de su frágil infancia, quien lo sostuvo en los tiempos de su juventud hasta llegar a ser adulto, y le pide que ahora también se acuerde de El en la angustia, porque no hay quien ayude.

¡Puedes imaginar el corazón del Padre, al escuchar este clamor de su Hijo¡

Vers 12-13

Sal 22:12 Mis enemigos me han rodeado como toros fuertes; toros fuertes de Basán, listos para atacarme.
Sal 22:13 Me rugen con la boca abierta, como hace un león hambriento.

El distrito de Basán, al este del Jordán, era conocido por sus ricos pastos y sus animales fuertes y gordos (Amós 4:1). Cuando Cristo habla aquí de los toros de Basan se refiere a sus propios paisanos, quienes estaban cercándole para el momento de la matanza. El Mesías de Israel había venido para salvarles (Jn 1:11) ¡y ellos se lanzaron sobre El, como leones tras un cordero¡

Vers 14-15

Sal 22:14 Me siento débil, derramado como el agua. Mis huesos se han dislocado; mi corazón se derrite como cera en mi interior.
Sal 22:15 Toda mi fuerza se ha ido como el agua entre los dedos. Estoy muy débil; tú me has puesto al borde de la muerte.

Todo esto describe los efectos en un cuerpo colgado por las extremidades prolongadamente, y el efecto de la deshidratación, que fueron haciéndole ver que Dios le estaba acostando en el polvo de la muerte.

Vers 16-18

Sal 22:16 Toda esa gente mala me ha rodeado como perros de caza. Me han herido las manos y los pies.
Sal 22:17 Puedo ver mis huesos y contarlos uno a uno. Mientras tanto, toda esa gente sigue observándome.
Sal 22:18 Se reparten mi ropa y apuestan mi túnica.

Esta palabra “perros” se refiere a los gentiles, particularmente a los soldados romanos que lo rodean como una jauría de perros, fueron estos los que por su propia mano llevaron a cabo el cumplimiento de las siguientes cuatro profecías:

* Horadaron mis manos y mis pies

* Contar puedo todos mis huesos

* Repartieron entre si mis vestiduras

* Sobre mi ropa echaron suertes

Vers 19-21

Sal 22:19 Señor, no me dejes solo; tú eres mi fortaleza. ¡Ven pronto a ayudarme!
Sal 22:20 Señor, sálvame del peligro; salva mi vida de esa gente.
Sal 22:21 Aléjame de las garras del león; protege a este pobre hombre de la crueldad de esa gente.

La espada es también referencia a los gentiles, ya que esta era el símbolo del poder estatal (Ro 12:4). Aquí tenemos pues, una referencia muy clara a gentiles y judíos, los perros y la espada representa los gentiles, el león y los toros de Basán, y los búfalos a los judíos.

De donde debemos entender, que no fue una etnia en especial como muchos en el anti-semitismo piensan, sino los pecado de toda la humanidad.

Vers 22-31

Sal 22:22 Dios mío, le contaré a todo el mundo que me has salvado. Te alabaré delante de todos.
Sal 22:23 Alaben al Señor, todos los que lo respetan. Descendientes de Israel, ríndanle honores. Pueblo de Israel, respeta y teme al Señor.
Sal 22:24 Porque el Señor nunca olvida a los humildes cuando están sufriendo. Dios no se avergüenza de ellos. Él no se esconde de ellos cuando le buscan y siempre responde a su llamado.
Sal 22:25 Señor, te alabaré en frente de todos por todo lo que has hecho. Te ofreceré los sacrificios que te prometí.
Sal 22:26 Todos ustedes, humildes de corazón, vengan y coman hasta que queden satisfechos.a Los que vinieron buscando a Dios, adórenlo y serán siempre felices.b
Sal 22:27 Que todos los que están en tierras lejanas, se acuerden del al Señor y regresen a él. Que todo el mundo se postre ante el Señor y lo alabe.
Sal 22:28 Porque el reino es de Dios; él gobierna a todas las naciones.
Sal 22:29 Todos los poderosos del mundo comerán y se postrarán ante Dios. Incluso aquellos que están a punto de morir y hasta los que ya han muerto se postrarán también ante él.
Sal 22:30 Los hijos de ellos servirán al Señor, y toda la gente hablará de él por siempre.
Sal 22:31 Una generación contará a sus hijos todo lo bueno que hizo Dios.

He aquí el gran contraste y la gran transición:
El contraste, de la angustia al triunfo: la cruz es cambiada por la corona. La transición, entre la primera y la segunda venida de Cristo.

Todos estos versículos describen los resultados del poder de su muerte y de resurrección en nuestras vidas.

Este asombroso Salmo termina con las últimas y triunfales palabras del Hijo de Dios en la cruz, “el hizo esto“ : ¡Consumado es¡ (Jn 19:30)

Enrique.

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